En la era de lo digital, de los objetos conectados, de las operaciones en tiempo real, de la presión para mantener márgenes, de los intercambios internacionales, así como del desarrollo sostenible y la concienciación sobre el impacto medioambiental y social de las actividades de las empresas, es difícil imaginar un solo tipo de almacén en el futuro. A pesar de ello, existen algunas pistas en lo que concierne al futuro de la logística.
Una robotización racional
Al igual que muchos otros sectores, la logística no escapa a la tendencia de automatizar cada vez más determinadas tareas. No obstante, el grado de mecanización y robotización de los almacenes varía de un sector a otro, incluso de una actividad a otra en una misma organización. Dada la inversión necesaria, las empresas solo optan por proyectos de automatización total si la relación entre coste y beneficios (calidad de servicio, beneficios en materia de productividad y competitividad, agilidad del cambio) lo justifica por completo.
En la mayor parte de los casos, optan más bien por automatizar y hacer más ergonómico el puesto de trabajo con el fin de aumentar la productividad, disminuir el trabajo más duro (levantar cargas, desplazarse por el almacén, etc.) y limitar las tareas repetitivas o de poco valor añadido para los operarios. El desarrollo de la «cobótica» (o robótica colaborativa) ahora permite el trabajo simultáneo de robots y operarios: las tareas repetitivas y tediosas se confían a los robots, mientras que los operarios realizan tareas de más valor añadido.
Transformación de las actividades en el almacén
Al contrario de lo que defienden algunos observadores muy pesimistas, no se suprimirán empleos en el ámbito de la logística en beneficio de los robots. En primer lugar, porque muchas operaciones en el almacén aún están lejos de poder prescindir de la intervención humana. En segundo lugar, porque la logística debe abordarse desde un planteamiento internacional: allí donde las empresas de los países occidentales pretenden automatizar sus procesos para seguir siendo competitivas, en los países emergentes, donde los costes de mano de obra son menores, los procesos aún se gestionan manualmente. Por último, porque las soluciones digitales y las tecnologías punta cada vez más integradas en los almacenes deberían, por el contrario, seducir a las jóvenes generaciones y aportar un nuevo impulso a las actividades logísticas que, en la actualidad, no gozan de buena imagen.
Almacenes conectados, edificios inteligentes y «smart data»
Al ser edificios industriales en los que cohabitan numerosas infraestructuras fijas y móviles, los almacenes no van a poder escapar tampoco a la inteligencia de datos ni a la inteligencia artificial. El enorme volumen de datos generados por los equipos (hardware y software) conectados en el almacén (carros, racks, cintas transportadoras, sensores energéticos, drones, etc.) sigue estando insuficientemente explotado. Es más que probable que el día de mañana nuevas plataformas tecnológicas estén en condiciones de procesar, analizar y utilizar esos datos para implementar soluciones de mantenimiento predictivo, asignación dinámica de recursos, corrección de anomalías, optimización de procesos mediante aprendizaje automático («machine learning»), etc.
Los almacenes también estarán cada vez más conectados en tiempo real con el exterior y su ecosistema (otros almacenes, tiendas, transportistas, etc.). Esta tendencia, ya presente, debería intensificarse para mejorar la distribución de las cargas y las existencias al conjunto de los canales, optimizar la disponibilidad y la entrega de los productos, al tiempo que se reducen los costes operativos y la huella de carbono de la cadena logística.
Almacenes al servicio del comercio y su evolución
Tampoco es de excluir que la impresión 3D acabe alterando la organización de la cadena logística con una producción bajo demanda, de flujo «justo a tiempo» y un acercamiento entre las fábricas y los almacenes para reducir el almacenamiento, el transporte, la huella energética y los costes asociados.
En cualquier caso, los almacenes del futuro no se ajustarán a un modelo único y universal. Una marca de lujo seguirá gestionando su almacén de manera distinta a un gigante del comercio electrónico. Una empresa agroalimentaria local no implementará los mismos procesos logísticos que un proveedor industrial internacional.
El almacén del mañana será sin lugar a dudas inteligente, aunque continuará estando al servicio del comercio. Su futuro depende, pues, de la evolución de la demanda de los clientes y los modos de consumo. Ahora bien, ¿es posible prever realmente esos aspectos para los próximos diez años o más? El interés creciente por el consumo responsable y las cuestiones medioambientales probablemente influirán sobre la situación y afectarán las organizaciones logísticas y los almacenes del futuro.